Nunca se acaba,
porque parece girar y volver
al mismo punto una y
otra vez.
El día de los muertos debió ser
señal suficiente, del girar
de nuestros caminos, en torno
a un día de los santos eterno,
del inicio del sol, del fin del invierno,
de la despedida de la muerte
y el saludo al agua,
a la flora y fauna,
que va girando en nuestras venas
y se aprieta en nuestras manos.
Pero en ocasiones somos inmunes
al latir o al eterno girar,
y pretendemos seguir como si
fuera una línea recta,
un punto a y un punto b,
una delgada línea que trapecistas mediocres
como tu y como yo,
es ideal para sentir como si fuera todo
el todo en fracaso.
Giramos porque orbitamos,
emociones gravitacionales,
pasiones atrayentes y
, entre respiraciones cortadas,
y la entropía persiguiendonos la cola
giramos una vez más,
aunque pretendamos
dejar olvidada esa sensación,
al igual que un cosmetiquero
en días sin fiesta,
sigue girando,
nunca se acaba.
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